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TESTIMONIOS DEL MONACATO EN PALESTINA.
1. San Hilarión y San Caritón
Hijo de padres paganos de la pequeña villa de Thavatha, a algunos kilómetros de Gaza, Hilarión fue enviado siendo aún pequeño a estudiar a Alejandría en Egipto, donde se convirtió al cristianismo. Atraído por la fama de San Antonio, se transformó en uno de sus discípulos durante algunos meses, pasados los cuales se retiró a vivir en el desierto cerca de su pueblo natal (hacia el 307). Sólo tenía quince años, según atestigua San Jerónimo, su biógrafo. Alrededor del 330 se había formado ya en torno a él, dispersos por el Negueb, una colonia de eremitas que seguían su ejemplo y enseñanzas, y a quienes él mismo visitaba regularmente. En 356, para escapar a la fama de "hombre santo", y al influjo de visitantes y de los que demandaban milagros, Hilarión escapó de Palestina, y tras un periplo que lo llevó de nuevo a Egipto, a Sicilia y a Dalmacia, terminó su vida en Chipre, donde fue enterrado hacia el 370.
Caritón por su parte, había sido confesor de la fe (es decir que su vida corrió peligro por motivo de ser cristiano) en Iconio, Asia Menor, de donde era originario. Según su biógrafo anónimo, la persecución que sufrió fue aquella de Aurelio (270-275), aunque algunos prefieren pensar que se trató de aquella posterior de Diocleciano (303-304), ya que no se tienen datos ciertos de una persecución ordenada por Aurelio, y además el lapso de tiempo sería muy grande entre el reino de aquel emperador y la inauguración del primer monasterio de Caritón por Macario, obispo de Jerusalén entre 314 y 334, el cual constituye nuestro único dato cronológico seguro.
Después de la persecución vino en peregrinación a Tierra Santa. Según cuenta su biógrafo anónimo, cuando se aproximaba a Jerusalén cayó en manos de bandidos, los cuales lo llevaron a su refugio, una gruta en el desierto, la cual se convertiría - después de su milagrosa liberación- en la iglesia de su primer monasterio de Wadi Faran. Este dato no es en absoluto banal. Permite destacar dos características, la primera la proximidad de dicho monasterio a una ruta de peregrinos. La segunda pasará a ser un rasgo común del monacato palestino, el hecho que su fundación "dependa en gran medida de la presencia de los lugares santos". Por lo tanto para comprender el nacimiento del monaquismo en el desierto de Judea, hay que tomar en consideración de dicho dato, el gran atractivo que los lugares santos ejercieron sobre un inmenso número de cristianos de todas partes del Imperio y hasta fuera de él, sobre todo a partir del decreto de Constantino que concedió al cristianismo el derecho de existir en el imperio romano (313).
Caritón fundó sucesivamente tres monasterios a lo largo del siglo IV: Faran (ubicado en el Wadi o torrente Farán, cerca de la actual Anatot, patria de Jeremías; algunos kilómetros al norte de Jerusalén); Duka (hoy día transformado en el famoso Monasterio de la Cuarentena, sobre Jericó); Suka (o "Vieja Laura", sobre el Wadi Caritón - que ha conservado el nombre del santo -, no lejos del Herodion), todos situados en los límites del desierto de Judea. Algunos de ellos, como Farán y Duka, han vuelto a convertirse en monasterios, y se encuentran habitados aún hoy.
El monaquismo de Hilarión y sus discípulos de Gaza, tributario de aquel de Egipto y muy próximo geográficamente a dicho país, asumirá las formas características de San Antonio: Un padre espiritual alrededor del cual, después de un cierto tiempo de soledad, se unirán otros ermitas deseosos de aprender del padre la disciplina de la vida anacorética. En el desierto de Judea en cambio, asumirá una característica hasta el momento desconocida: Una experiencia de vida comunitaria, nutriéndose de la Palabra de Dios, y persuadidos que no existe otra imitación de Cristo más perfecta que aquella de la humildad. Su forma más acabada no se alcanzará con Caritón sino después de él, como veremos a continuación.
2.- San Jerónimo.
Eusebius Hieronimus Sofronius, San Jerónimo, es el Santo Patrón de los Traductores. Muchos textos dicen que nació en Stridon, entre Dalmacia y Panonia, cerca de Aquileia. La fecha de su nacimiento se ubica entre los años 340 y 350. Y según dice una historia de la antigua Serbia, publicada por Jovan I. Deretic en Belgrado, el Antiguo Testamento fue traducido del griego al latín por un monje ilirioserbio, Sofronie, cerca del año 382, que se conoce como la Vulgata. A causa de su fervor religioso, los griegos le dieron también los nombres de "Eusebius" y "Hieronymus". En cuanto al lugar de origen, posiblemente fue Skradin, en la costa dálmata; el nombre proviene de Skadar, sobrenombre de Serbon, héroe anterior a Alejandro Magno. Zadar, una deformación de Skadar, es el nombre de una población al norte de Skradin, sobre la misma costa del Adriático.
Stridon como tal no figura en los mapas. En el lugar donde nació San Jerónimo confluyeron varios pueblos. El mismo Jerónimo declaró, con cierto sarcasmo, que era de ‘Stridoma’: ‘ ja sam s tri doma’, yo soy de tres casas, soy de tres hogares. Con el tiempo se formó la palabra Stridon que llega hasta nosotros. Los tres pueblos o naciones serían los ilirios, romanos y tracios de ese entonces. Se podría decir que nació cerca de Rijeka, en Dalmacia, parte de Croacia, en el norte de Yugoslavia.
Hijo de aristócratas cristianos, su padre se llamaba Eusebio, hizo los primeros estudios en su lugar natal y luego sus padres quisieron que recibiera instrucción en las principales disciplinas en las escuelas de Roma. Su formación inicial estuvo a cargo del gramático Elio Donato y continuó luego con el retórico africano Mario Victorino. Aprendió el latín y el griego. Tenía gran aptitud para la oratoria. Durante estos años de juventud, además de tomar contacto con las obras de los autores clásicos como Virgilio, Horacio, Tito Livio, Cicerón y otros, Jerónimo gozó de los placeres que le brindaba la gran metrópolis: el circo, el teatro... Le gustaba ir con sus compañeros a las catacumbas, a visitar las tumbas de los cristianos primitivos, los mártires y los apóstoles, trataba de descifrar las inscripciones. Inició su amistad con Rufino y Panmaquio. Cerca de los veinte años fue bautizado por el papa Liberio. En esa época los cristianos comenzaban a salir de las catacumbas y la doctrina era difundida y ampliamente acogida; Jerónimo tuvo acceso a estos conocimientos, que fueron invadiendo su espíritu y fomentando en él un deseo profundo de apartarse de la existencia mundana que llevaba en Roma y de corregir sus costumbres.
Jerónimo hizo largos viajes durante su vida, siempre estudiando, leyendo. De Roma fue a Aquileia, en el norte de Italia, cerca del límite entre Panonia y Dalmacia. Visitó su hogar y se trasladó a las Galias, a Tréveris en la Alemania actual, en compañía de Bonoso, su amigo de infancia. En la corte del emperador Valentiniano copió los Comentarios sobre los Salmos de San Hilario de Poitiers y otras obras. Conoció de cerca la vida monástica y se sintió atraído hacia ella. Regresó a su hogar paterno y de ahí se trasladó a Aquileia, donde era obispo San Valeriano. Toma parte en un cenáculo cuyos miembros imitan a los eremitas egipcios y estudian las Sagradas Escrituras. Cada día anhelaba más intensamente seguir el ejemplo de estos clérigos ascetas, entre los que se hallaban Rufino, Bonoso, Cromacio y sus hermanos Eusebio y Joviniano, Heliodoro y su sobrino Nepotiano, con quienes formó una estrecha amistad. Después de unos años se disolvió el grupo y Jerónimo se embarcó en un viaje por el Oriente con Evagrio, un sacerdote, y sus amigos Heliodoro, Inocencio e Hylas, un esclavo liberado. Visita Grecia, Alejandría y Antioquía donde permanece algún tiempo: escucha las enseñanzas de Apolinar el Joven, obispo de Laodicea, sigue de cerca sus teorías pero más tarde lo combate con vehemencia, pues negaba la naturaleza humana de Cristo. Se retira finalmente al desierto de Calquis, cerca de Aleppo en Siria, allí encuentra a los monjes estilitas. Inocencio e Hylas mueren, Heliodoro se va, queda solo. Lleva consigo libros profanos y religiosos, pero quiere dedicarse al estudio de los textos sagrados. Hace penitencia en la soledad de Calquis durante cerca de cuatro años. Lo acompañan los animales y el asfixiante calor. Ayuna, se castiga, sufre tentaciones: a veces le parece ver delante de él las danzas de las bailarinas romanas. Para frenar su imaginación desbordante, el deseo y las pasiones se dedica a aprender el hebreo con un monje que había sido judío. Esa lengua lo desvela, le cuesta trabajo, le desagradan sus sonidos, pero así logra alejar los malos pensamientos.
Entonces ocurre el episodio del sueño. Durante una enfermedad, Jerónimo tuvo una fiebre muy alta. En el delirio se ve frente al trono de Jesucristo. El juez le pregunta quién es, él responde que es un cristiano. Le dicen que miente, pues en realidad es ciceroniano, porque donde está su tesoro también está su corazón. La vivencia lo conmueve tan hondamente que se fortalece en él la necesidad de hacer penitencia y purificarse. Mientras tanto la Iglesia de Antioquía enfrentaba una lucha entre diferentes conceptos sobre doctrina y disciplina, y los monjes de Calquis insistían en que Jerónimo tomara parte en la discusión. Todo esto le produjo desagrado y decidió marcharse y regresar a Antioquía nuevamente.
En Antioquía se hace sacerdote, es consagrado por el obispo Paulino. Recibió las órdenes pero nunca celebró el oficio; solicitó que se le permitiera llevar siempre la vida monástica de reclusión. Poco tiempo después se dirigió a Constantinopla, donde perfeccionó el griego al lado del obispo Gregorio Nacianceno, Padre de la Iglesia griega. Recordó siempre con gratitud la experiencia de haber recibido del gran sabio la explicación de las Sagradas Escrituras. Traduce el Cantar de los Cantares y el Evangelio de San Lucas. Lee las obras de Orígenes, a quien admira aunque no siempre comparte sus ideas.
Ya Jerónimo era admirado por su erudición y sabiduría, su santidad y buen criterio en materia de religión. Es llamado a asistir al concilio de Roma que ha convocado el papa Dámaso para tratar las cuestiones del cisma de Antioquía. Viaja con el obispo Paulino y San Epifanio. El Papa lo recibe como secretario, consejero, y como asesor e intérprete para asuntos orientales. San Dámaso hizo restaurar las catacumbas; quería salvar del olvido aquellos lugares donde habían sido sepultados los primeros cristianos y escribió bellos epitafios para sus tumbas. Jerónimo sabía el griego, el arameo, el hebreo, el latín, fuera de su lengua materna, el ilirio.
Antiguamente en las iglesias cada persona elegía los textos que cantaba, pues no había un oficio establecido. El emperador Teodosio quiso corregir esa costumbre y pidió al papa Dámaso que le encomendara a algún sabio la tarea de componer un oficio que todos pudieran seguir. Como el Papa conocía bien las dotes lingüísticas de Jerónimo, puso en sus manos esta labor. A solicitud de Dámaso I, Jerónimo revisó el latín del Nuevo Testamento y los Evangelios, a partir de los textos griegos. Cumplió la tarea de revisar los Salmos en latín, conocidos como el Salterio Romano; repartió los Salmos, trozos de los evangelios y las epístolas entre los días del año para que fueran leídos y cantados en las misas y escogió los textos bíblicos para los oficios religiosos. Envió este trabajo al papa Dámaso, quien lo mostró a los cardenales y todos lo aprobaron. El Papa ordenó que de ahí en adelante los oficios religiosos y las lecturas de las misas fueran los que había compuesto San Jerónimo.
Al morir el papa Dámaso, Jerónimo no fue considerado como posible sucesor, por su intransigencia con los cristianos menos celosos. Criticaba en forma sarcástica y dura, demasiado directa a la sociedad, a los clérigos poco ortodoxos, a los paganos, y se creó enemistades, a pesar de que todos reconocían sus grandes méritos. No obstante, aunque se dejaba llevar por la indignación, era capaz de sentir enorme ternura y de arrepentirse de sus excesos.
En forma paralela a sus actividades oficiales, había formado en torno suyo un cenáculo de cristianos íntegros, entre los que se hallaban Eusebio de Cremona, y varias mujeres de la aristocracia romana, como Marcela y Asela, Albina su madre, Fabiola, Paula y sus hijas Blesila y Eustoquio, Melania, que se sentían atraídas por las enseñanzas de Jerónimo. Ellas abrieron las puertas de sus casas para que allí se hablara de la Biblia y de la vida ascética. Jerónimo predicaba acerca de la necesidad de comunicarse con las aves, los animales, de cultivar las plantas, las hortalizas, de purificar el cuerpo y el espíritu para entender mejor las lecturas sagradas. Había que alejarse del bullicio mundano de la ciudad. Nacían las comunidades monásticas en las casas de los laicos ricos, donde hubo desde el principio un ambiente de misticismo culto, o también por iniciativa de ciertos ascetas ejemplares, como San Martín de Tours y San Patricio.
Jerónimo se vio obligado a abandonar Roma, a causa de las habladurías de quienes criticaban su amistad con Paula y las mujeres de su círculo. Era un maestro de la dialéctica, la gramática, la retórica, un traductor cuidadoso que se preocupaba por la belleza del lenguaje, era filósofo y teólogo. Llevaba una vida cómoda, que prefirió cambiar por el retiro en Tierra Santa. Se embarcó en Porto con su hermano Paulino, con Eusebio y otros. En Chipre fue recibido por el obispo Epifanio a quien conoció en Roma. Nueve meses después se encontró con Paula y las mujeres romanas en Antioquía, donde se reunió con algunos jerarcas de la Iglesia. Luego hicieron una peregrinación por Egipto para visitar a los monjes de Nitria, y por Palestina antes de establecerse finalmente en Jerusalén y Belén.
Paula sintió verdadera pena al dejar a su hijo pequeño Toxocio y tres hijas jóvenes para retirarse a la vida monástica lejos de Roma. Gracias a su apoyo económico fue posible la construcción de unas casas para religiosas y peregrinos, y un monasterio para hombres que dirigía San Jerónimo, cerca de la iglesia de la Natividad, en Belén. Jerónimo aportó su patrimonio y Eusebio ayudó a conseguir fondos. San Jerónimo vivía en una caverna amplia, no lejos del lugar donde nació Jesús. Creó además una escuela para niños. Bar Ananías, un sabio judío, quien lo visitaba por las noches, fue su maestro de hebreo. Además consultaba a otros sabios judíos sobre la traducción de los textos. Y al ver que el Libro de Tobías y parte del de Daniel estaban escritos en caldeo, se dedicó a aprender esa lengua. Paula estudió el hebreo al lado de Jerónimo y le ayudaba al santo en sus trabajos literarios, como también lo hizo Eusebio.
El León
El león de la historia llegó al monasterio una tarde cuando los monjes escuchaban una lectura de textos sagrados. Al verlo todos se asustaron y corrieron. Pero Jerónimo recibió al animal y vio que cojeaba. Entonces hizo venir a los monjes y entre todos lo atendieran, como si fuera un huésped. El león mostró la pata, y realmente llevaba una espina clavada en la planta. Los monjes extrajeron la espina y le lavaron la pata. El león agradecido se quedó en el monasterio y cuidaba el asno que cargaba la leña. Un día unos mercaderes se robaron el asno, pero el león salió a buscarlo hasta que encontró a los hombres, y dando unos coletazos se lo llevó. Regresó al refugio con el asno y las mercancías de los comerciantes. Los camellos que llevaban la carga fueron bien atendidos. Los mercaderes buscaron el monasterio y al llegar pidieron perdón a los monjes por haber robado el asno. Dejaron aceite en el convento y cada año le enviaban el que fuera necesario. Esta historia se le adjudica a San Jerónimo, aunque en realidad corresponde a San Gerásimo. En todo caso, el león representa la fortaleza del cuerpo y el espíritu de Jerónimo, pues gracias a ellos pudo enfrentar las tentaciones y defender la fe cristiana.
Final
Jerónimo continuaba su labor de traducción de la Biblia. Dedica su esfuerzo a la versión latina del Antiguo Testamento a partir de los textos originales hebreos. Revisa nuevamente los Salmos con la ayuda de la "Hexapla" (edición del Antiguo Testamento en griego y hebreo) de Orígenes y los textos hebreos, versión que está incluida en la Vulgata y se usa en los Oficios Divinos. Algunos libros de la Vulgata no fueron traducidos por San Jerónimo, como los de la Sabiduría, Eclesiástico, Baruch, Macabeos. Hizo traducciones de las crónicas de Eusebio de Cesarea. Su obra sobre personajes eclesiásticos históricos es De viris illustribus. Dejó escritos y cartas sobre temas de controversia. Defendió la virginidad y el celibato, pero se expresó con tal aspereza que ofendió la dignidad del matrimonio, por lo cual el yerno de Paula, Panmaquio y otros se quejaron ante Jerónimo, quien escribió entonces la "Apología a Panmaquio", sobre la honorabilidad de ese estado. Hizo referencia también a la traducción, al respeto por las reliquias y los santos. Sus ataques a algunas teorías de Orígenes, a quien también tradujo, perjudicaron su amistad con Rufino, un entusiasta y también traductor de la obra de ese teólogo. San Agustín sintió gran preocupación por el conflicto entre Jerónimo y Rufino, pues respetaba y estimaba a Jerónimo, aunque no estaba de acuerdo con la traducción al latín de los textos hebreos, porque en realidad los fieles no tenían la costumbre de oír esas nuevas palabras que no parecían tener la misma autoridad de la versión griega de los Setenta y podían confundir a la gente.
La muerte de su amiga Paula causó infinita tristeza a Jerónimo. Poco antes de morir él, los pelagianos atacaron y quemaron los monasterios, en venganza de las fuertes críticas del santo contra el monje celta Pelagio, quien negaba el valor de la gracia. Falleció también la hija de Paula, Eustoquio. Pocos años después, Alarico saqueó la ciudad de Roma y muchos romanos se fueron hacia el oriente. Pronto murió San Jerónimo, agotado por el trabajo y la penitencia, sus ojos y su voz ya cansados. Lo siguió su amigo Eusebio de Cremona. Paula fue sepultada junto a su hija Eustoquio, y allí cerca fue colocado el cuerpo de San Jerónimo, lo mismo que los restos de Eusebio, en las grutas, debajo del Templo. Detrás de la Gruta de la Natividad se han hallado tumbas de cristianos que también quisieron ir a descansar allí. Los restos del santo fueron trasladados a la iglesia de Santa María la Mayor en Roma en el siglo trece.
Los años de vida de Jerónimo de Dalmacia transcurrieron en medio de una época de fuertes pruebas para los cristianos. Muchos hombres y mujeres compañeros suyos fueron religiosos ejemplares y propagaron la fe. Llegaron a formar parte del gran coro de santos.
Jerónimo fue envidiado y admirado. Erasmo veía en él un "Cicerón cristiano" y publicó sus obras. Canonizado en el siglo VIII junto con San Ambrosio, San Agustín y el papa Gregorio I, figura entre los grandes humanistas e iluminados de su tiempo. Se dice que tradujo bajo inspiración divina las Escrituras. Aunque no hizo milagros, muchos han interpretado su imagen, entre ellos los pintores Lucas Cranach "Viejo", Bartolomeo Montagna, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, Leonardo Da Vinci, Francisco de Zurbarán, Diego de Ribera, Peter Paul Rubens, Alberto Durero. En un grabado pequeñísimo, Rembrandt van Rijn muestra a San Jerónimo orando, con el león. Aparece en las Biblias del siglo IX, en pinturas murales de la Edad Media y en estatuas. Su fiesta se celebra el 30 de septiembre.
Belén Efrata, Tierra de Jesús
El profeta Miqueas escribió: "Y tú, Belén Efrata, pequeño entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser el Señor de Israel, y cuyo origen es antiguo e inmemorial..."
Belén, Beit-Lehem en hebreo, significa "casa del pan". Efrata, fructífera. En la región hay muchas cuevas donde se refugian pastores y beduinos. Y la gruta donde nació Jesús. Poco más de cien años después, en ese lugar el emperador Adriano sembró un bosque y lo dedicó al culto de Tammuz-Adonis, dios de la naturaleza, que moría y volvía a vivir cada año. Pero era un lugar sagrado para los cristianos. Helena, la madre de Constantino, durante su peregrinaje por las tierras santas vigiló la construcción de la Basílica de la Natividad, sobre la gruta donde nació Jesús. Los árboles del bosque fueron derribados y las piedras retiradas. La Gruta santa fue cubierta con una estructura octagonal adornada con mosaicos, metales preciosos y sedas; los pisos de la iglesia eran de mármol con mosaicos, y cuatro hileras de columnas rosadas monolíticas dividían la nave central. Cerca de esa Gruta pasó sus últimos días San Jerónimo, al lado de sus amigo fieles.
El siglo cuarto fue de guerras, invasiones. Llegaron del norte y el este los hunos, los godos, los visigodos, los persas. Varios nombres sucedieron a Constantino el Grande en el Imperio romano. Los samaritanos saquearon la Basílica al comenzar el reinado de Justiniano, quien acometió la tarea de reconstruirla. Los arquitectos tumbaron la iglesia casi completamente, contra la voluntad de Justiniano; la forma del edificio fue modificada, especialmente el presbiterio; el piso fue cubierto con mármol, las paredes con mosaicos y la entrada fue fortificada. En el siglo siguiente, un mosaico donde figuran los Reyes Magos la salvó de la destrucción por los persas, quienes reconocieron en ellos a sus antepasados por los trajes y las barbas. Los cruzados acudieron en defensa de Belén para protegerla de los sarracenos. Renovaron los mosaicos del templo y agregaron otros, especialmente en la Gruta, decoraron las columnas con figuras de santos, cubrieron el techo. La custodia de la Basílica fue encomendada a los agustinos para quienes fue construido un convento, donde después se alojaron los franciscanos. Los musulmanes derrotaron a los cristianos y se apoderaron del lugar, pero los frailes obtuvieron el derecho de custodia de la Gruta y mantenimiento del templo, derecho que entró en conflicto con los griegos ortodoxos que también llegaron allí. La Basílica fue asediada por los turcos, ha sido víctima de flechas y balas. Los frailes fortificaron los muros, dejaron una puerta de entrada pequeñísima para evitar el ingreso de invasores. Siglos más tarde reclamaron derechos los armenios, construyeron un convento y celebran en la Basílica sus oficios religiosos. Armenios, franciscanos y griegos comparten el templo.
Los franciscanos construyeron la iglesia de Santa Catalina, junto al claustro de los agustinos, e hicieron un convento. Allí debajo se han encontrado vestigios del monasterio de Santa Paula.
Belén es la tierra del dios de la naturaleza, de Jerónimo, del león... Es la tierra de la Biblia en su nueva lengua. La tierra de Paula y Helena. Los persas vieron allí a sus ancestros en las figuras de los Reyes Magos y se retiraron sin hacer daño...
Belén de Jerónimo
Palestina ha sido un lugar de conflictos a lo largo de los tiempos. Inicia el milenio en estado de guerra. Alrededor de los lugares santos hace eco el tronar de los tanques, el reventar de las balas. En Belén, en la plaza frente a la iglesia de la Natividad, la sombra de algún tanque todavía vigila, quedan recuerdos de barricadas y detectores de metales. Por la puerta de la Humildad, muy pequeña para impedir el ingreso de los beduinos y sus camellos, posteriormente de los caballos y los ejércitos de los invasores de turno, han pasado los escasos alimentos para los refugiados palestinos y cristianos que buscaron abrigo detrás de los gruesos muros. Hubo cruce de balas entre palestinos e israelíes, de un lado a otro del muro. Quedó un herido dentro de la Basílica. En el interior se reunieron los asesores y funcionarios de los países en conflicto para buscar una solución. Por la pequeña puerta salieron rehenes y refugiados, acompañados por los religiosos franciscanos y griegos ortodoxos, hacia la libertad, dejando las armas en manos de los negociadores y los horribles vestigios de cinco semanas de sitio...
Siglos de Historia
La Basílica de la Natividad, sus pesados muros que las diferentes épocas adornaron en el interior con pinturas, mosaicos, metal, mármol y colores, han visto pasar los siglos y aún protegen las elevadas columnas, símbolos de fortaleza. Ella y los conventos son una colmena de piedra y cielo, edificada en torno a la estructura octagonal constantiniana. A ese lugar llegó Jesús. Allí hizo su hogar Jerónimo. Hasta allí los siguieron otros peregrinos. Todos la custodian.
3. San Eutimio, el Grande
Tanto los cristianos de Tierra Santa como los peregrinos conocen en general, al menos por el nombre, San Sabas y más aún, la gran Laura de San Sabas (Mar Saba); son menos por el contrario, los que conocen San Eutimio, quien le precedió por varios decenios y fue el que dio al monacato palestino su configuración propia y definitiva. Cirilo de Escitópolis, quien escribió hacia la mitad del siglo VI la vida de los monjes de Palestina, lo nombra "Eutimio el Grande".
Eutimio nace en agosto del 377 en Melitene, en aquel entonces parte del reino de Armenia, hoy Turquía Oriental. Su nacimiento fue el fruto de la oración de sus padres que durante mucho tiempo no habían podido tener descendencia. En una visión, les fue anunciado: "¡Coraje! He aquí que Dios os ha otorgado un niño que será llamado euthymia (coraje), porque desde su nacimiento, Aquel que os lo otorgará, dará coraje a sus iglesias"..
Sus padres lo llamaron efectivamente Eutimio y lo ofrecieron a Dios. A la edad de tres años y muerto su padre, el niño fue presentado por su tío al obispo de Melitene, quien lo bautizó y lo ordenó lector de su iglesia, confiándoselo para su educación a dos lectores expertos en las Sagradas Escrituras, que con el tiempo llegarán a ser arzobispos de Melitene.
Eutimio descubre el monacato ya existente en Anatolia. Desde la fiesta de la Teofanía (la del Bautismo del Señor) hasta el domingo de Ramos, toma la costumbre de retirarse a una montaña desierta para rezar y hacer penitencia. A la edad de dieciocho años recibe la ordenación sacerdotal, y es propuesto a algunos de los monasterios de los alrededores. No obstante, diez años más tarde se dirigió a Jerusalén, "deseando habitar en el desierto que le era vecino"
Después de haber visitado los lugares santos y los eremitas que vivían en el desierto, se retiró al monasterio de Farán, aquel fundado por Caritón casi un siglo atrás. Amante no obstante de la soledad, vivió en una celda solitaria, fuera del monasterio. Allí conoció un monje vecino, Teocisto, con el que entabla una muy sólida amistad. Con él continuará con su costumbre da pasar en soledad la Gran Cuaresma en el "gran desierto", retirándose hacia el desierto de Kutila, al este de Jerusalén, entre el Wadi el Kelt y Wadi en-Nar (Cedrón). Allí descubren un barranco, según Cirilo, "espantoso, extremadamente profundo y de difícil acceso". En su pared norte, a media altura entre las rocas que caen a pique, se hallaba una caverna espaciosa. Era dicho valle el Wadi Moukellik, situado al sur de la actual ruta de enlace entre Jericó y Jerusalén, algo arriba de Nabi Mousa. Allí comenzó realmente la aventura de Eutimio.
Los dos ascetas son rápidamente descubiertos por pastores del "Lazario" (hoy El'Azzariyya, Betania). A partir de dicho momento comienzan las visitas frecuentes, no sólo de gente del Lazario sino de los mismos monjes de Farán, que los habían buscado en vano. Numerosos discípulos llegan, muchos de los cuales fundarán después otros monasterios y éremos en las cercanías. En el 428, Eutimio logra convencer a Teocisto de transformar la "laura" (colonia de solitarios) en "cenobio" (lugar de vida comunitaria).
La fama de Eutimio iba en aumento. Especialmente se recuerda la curación milagrosa obrada por él sobre el hijo hemipléjico de un jefe beduino, quien se convirtió junto con todo su clan, y se consagró sacerdote. Llegará a ser el primer "obispo de las tiendas", o sea de toda las comunidades beduinas cristianas del desierto de Judea. Su hermano, Maris, consagrado eremita, será llamado por Eutimio a suceder a Teocisto después de la muerte de este último en 466..
Debido a las numerosas visitas, Eutimio finalmente se dirigió con un joven monje al desierto de Ruba, donde sobre el monte Marda (actual Masada) fundó una iglesia. De regreso al monasterio de Teocisto, fundó también otra en las cercanías de Hebrón. Finalmente se instaló en una pequeña gruta algunos kilómetros hacia el oeste del monasterio de Teocisto, en Khan el Akhmar (la actual Mishor Adumim). Allí poco a poco comenzarán a agrupársele más discípulos, constituyéndose así la famosa "Laura de Eutimio". Morirá a la edad de 97 años, el 20 de Enero del 473.
Las "Lauras" de Palestina:
La palabra griega "laura" significa callejuela. Según sostienen algunos autores, la comunidad de ermitas tomó ese nombre debido a que el elemento unificador, del punto de vista topográfico, era un sendero o una ramificación de senderos alrededor de los cuales se edificaban los elementos comunes de la laura: La iglesia, las celdas, el horno, las cisternas, los depósitos y algunas veces el hospicio para los peregrinos, una enfermería, la torre de defensa y otros elementos. Probablemente su inventor no fue Eutimio, ya que el mismo afirma no pretender hacer de Wadi el Moukellik un "cenobio", sino una "laura sobre el modelo de Farán".
La característica fundamental de la "laura" es la combinación de vida eremítica y vida comunitaria, en contraposición al "cenobio", de vida predominantemente comunitaria. Organizada alrededor de un núcleo comunitario, la laura podía extenderse varios kilómetros, siguiendo la configuración típica de los wadis (torrentes) del desierto de Judea. De lunes a viernes cada monje vivía en su gruta, dedicándose a la ascesis con ayunos, vigilias, oraciones, salmodia (recitación de los salmos) y trabajo manual (a menudo fabricación de cuerdas y canastos). El sábado, todos los monjes se reunían en el centro de la laura, para escuchar las exhortaciones del padre del monasterio, participar en el almuerzo comunitario y en la celebración eucarística dominical. Cada uno depositaba su trabajo semanal a los pies del ecónomo de la laura, y el domingo, antes que cada uno regrese a su celda, el ecónomo distribuía a cada uno el material necesario para el trabajo de la semana siguiente. El ecónomo era el encargado de vender el producto terminado y de adquirir nueva materia prima.
Eutimio marcó todo un hito en la historia del monacato de Palestina. Según un especialista, su mérito más que en la difusión del sistema de las lauras, reside en la promoción del ideal "hesicasto", o sea de los largos retiros de Cuaresma en lo profundo del desierto, conjugado con la instauración de un fuerte lazo con la Iglesia local, como consecuencia de la actividad misionera desplegada por Eutimio en el ambiente de los beduinos..
4. Santos Sabas y Teodosio
A partir de San Eutimio se puede afirmar con certeza que el desierto comienza a florecer; cada wadi ve nacer y crecer su monasterio, su laura o su cenobio. Es realmente difícil hacer un censo completo, y aún hasta hoy día, arqueológicamente, se descubren permanentemente nuevas ruinas de monasterios de época bizantina en Jerusalén y alrededores. Este florecimiento, iniciado por Eutimio, alcanza su madurez con los famosos San Teodosio, y especialmente con San Sabas.
a) Vida de San Sabas:
Sabas, el "santificado" como Cirilo de Escitópolis gusta nombrarlo, nace en Mutalaska, Capadocia (hoy Talas y Kaiseri en Turquía) en el 439, de padres cristianos. Su padre formaba parte del contingente imperial de los "Isaurios", con quienes se embarca para Alejandría llevando a su mujer, y dejando al pequeño Sabas al cuidado de su tío, Hermias. Agobiado por el carácter de su tía, huye Sabas hacia la casa de su tío paterno, Gregorio, que habitaba en las cercanías. Debido a una discusión entre sus dos tíos acerca de la herencia del niño, este escapó de nuevo refugiándose en el vecino monasterio de Flaviano. Allí aprendió el salterio y se dio por entero a la vida monástica. Se ejercitó en la vida ascética superando muy pronto, "por la humildad, la obediencia y las fatigas de la piedad, a sus setenta compañeros de lucha". En el año 456 parte hacia Jerusalén, donde es acogido por Elpidio, sucesor de Pasarión en el monasterio del Monte Sión. Llega en un momento muy agitado, cuando el patriarca Juvenal había logrado reingresar a su sede patriarcal después de haber debido sostener una ardua batalla contra muchos monjes que se oponían a la aceptación de la fórmula del concilio de Calcedonia (451). Sólo Eutimio había apoyado a Juvenal y a la fórmula del concilio.
Se dirigió pues, pasado el invierno, hacia la laura de Eutimio, donde pidió ingresar. Es famosa la respuesta del célebre abad: "No creo conveniente, pequeño, que un joven como tú permanezca en la laura. No es ventajoso para la laura el contar con jóvenes, ni es provechoso para un joven el vivir entre anacoretas. Anda, querido hijo; va torrente abajo, hacia el monasterio del abad Teocisto. Allí podrás hallar mucho fruto para tu alma"..
En la laura de Teocisto, en Wadi el Moukellik, no tardó Sabas en sobrepasar a sus compañeros. Teniendo treinta años, en el 469, obtiene el permiso del nuevo superior, Longino, de retirarse cinco días por semana a una gruta aislada en el wadi. Aunque perteneciendo al cenobio, adopta el modo de vida de las lauras sin seguir insistiendo en ingresar en la de Eutimio. Este último no obstante, lo llevará consigo a sus retiros de Cuaresma en el alto desierto, junto con otros monjes.
Cuando murió Eutimio en el 473, seguido por su fiel discípulo Domiciano una semana después, Sabas se fue definitivamente de Wadi el Moukellik para errar por el desierto durante una decena de años, acompañado por otro monje del monasterio de Teodosio el Grande. Iban de gruta en gruta, aprende Sabas a vivir casi sin nada además de hacer frente a los peligros del desierto y los asaltos de los demonios. Cinco años más tarde, un ángel se le aparece diciéndole: "Si realmente quieres colonizar este desierto, entonces deténte, dirígete al borde oriental de aquel barranco; allí donde tú ves, enfrente tuyo, una gruta no estropeada; alójate allí. «Aquel que da de comer a los rebaños y a los pichones de cuervo que lo invocan» (Sal 147,9), tomará El mismo el cuidado de ti".
Así fue como se instaló en una gruta inaccesible de Wadi Siloam o an-Nar (Cedrón), aquella que aún puede verse hoy, frente al monasterio de San Sabas. Allí permanecerá hasta la llegada de los primeros discípulos, en el 483.
b) La "Laura de San Sabas":
El número de discípulos llegó en pocos años a ciento cincuenta. Eso motivó un cierto traslado. Por revelación, conoció San Sabas que Dios le mostraba una gruta destinada a ser la iglesia del monasterio, enfrente de donde se encontraban, del otro lado del wadi. Es alrededor de dicha iglesia que surgirá la tan célebre "Laura de San Sabas" (también conocida como Gran Laura o Mar Saba). En 490 será confirmado por el patriarca Salustio como higúmeno (abad) del monasterio, y será ordenado sacerdote.
Sabas continuará con la costumbre de Eutimio de retirarse al desierto para la Gran Cuaresma. Solamente que no la hará inmediatamente después de la fiesta del Bautismo del Señor, sino después de haber celebrado las grandes memorias de Antonio el Grande y Eutimio. Sus peregrinaciones también serán distintas de sus predecesores, ya que irá mucho más lejos. Un año atravesará el Jordán y llegará hasta Gadara, otro año hasta Banyas (Cesarea de Filipo); en otra oportunidad descendió al Mar Muerto y cayendo en un pozo de asfalto, sufrió quemaduras en todo el cuerpo. A su regreso, los discípulos sólo lo reconocieron por la voz. En 492 fundó el cenobio de Castellón, donde se levantaba la antigua fortaleza Hircania. En 493 el pequeño Cenobio, no lejos de la Gran Laura. Dotó a la Gran Laura de una hospedería, de un hospital y de una nueva iglesia, consagrada a la Madre de Dios. También construyó dos hotelerías más para los peregrinos, una en Jericó y otra en Jerusalén.
La estima del patriarca Salustio por Sabas se pone de manifiesto mediante la elección, en 493, de este como archimandrita (arzobispo) de solitarios, mientras que Teodosio el Grande fue nombrado al año siguiente archimandrita de cenobitas.
En el 503, como consecuencia de una nueva rebelión de sesenta monjes de la Gran Laura (la primera había tenido lugar en tiempo de Salustio, cuando Sabas fue nombrado abad, pero Salustio lo había confirmado en el cargo), Sabas se exilia, primero a Gadara en Transjordania, luego a Nicópolis (Anwas, actual Latrún) durante tres años, hasta que el patriarca Elías, sucesor de Salustio, lo encuentra, le intima a regresar y a los monjes rebeldes de someterse a su autoridad o de irse. Estos prefirieron irse, no sin antes haber destruido parte de la Gran Laura. Más Sabas no abandona a los rebeldes, quienes después de haber andado errantes algún tiempo, se instalan sobre los restos de un monasterio abandonado ubicado a 2 km. al sur de Téqoa (Bir el-Wa'ar, en el Wadi Jihar). Allí los encuentra y los ayudará a construir la iglesia, les da consejos y los dota de un higúmeno, Juan, uno de sus primeros discípulos. El lugar será conocido como la "Nueva Laura".
Nuevas fundaciones tienen lugar: Los "cenobios de la Gruta" o Spelaion, al oeste de Castellón en 508, y el monasterio de la Torre, en Yébel Mountar en 509. La "laura de las siete bocas" (Hepástomos) en 510, el cenobio de Zannos y Benjamín, a tres kilómetros al sur de la gran Laura, en 511.
c) Actividad de San Sabas como archimandrita:
El patriarca Elías de Jerusalén enviará a Sabas a Constantinopla, para que lo defienda ante el emperador Anastasio, de tendencia contraria al concilio de Calcedonia. Pero en el 512 Severo es elegido patriarca de Constantinopla. De clara tendencia anticalcedónica, destituye y destierra a Elías, nombrando en su lugar al staurofilaco (guardián de la reliquia de la Cruz) Juan, más conciliador con los monofisitas (contrarios a Calcedonia). Los monjes se movilizaron entonces para convencer al nuevo patriarca de adherir a la ortodoxia calcedónica, lo cual costará a dicho patriarca la cárcel. Para salir de ella se inventa una estratagema. Juan debía jurar, en una ceremonia pública, su comunión con Severo. Pero para que no pareciese como que el juramento había sido arrancado a la fuerza, debía ser previamente liberado de la cárcel. A todo esto, los monjes estaban sobre aviso. El día fijado, dos mil monjes se reunieron en la Basílica de San Esteban (hoy día la Ecole Biblique), al norte de la puerta de Damasco. A la llegada de Juan, acompañado por Sabas y Teodosio, los monjes comenzaron a gritar por varias horas: "¡Anatematiza los herejes y confirma el concilio!", y también: "¡Si alguien rehusa aceptar los cuatro concilios como los cuatro evangelios, sea anatema!". De tal modo, que el delegado del emperador que había venido de Cesarea para tomarle declaración a Juan, al ver el espectáculo tuvo miedo y se volvió a Cesarea sin la declaración de fidelidad del patriarca. El emperador de Constantinopla, montado en cólera, trató de exiliar el patriarca Juan, así como Sabas y Teodosio. Los monjes elevaron enseguida una petición para defenderlos, pero ocupado en otros proyectos, el emperador Anastasio dejó caer en olvido su plan y murió en el 518.
En el 531, después de una revuelta de los samaritanos en la cual estos destruyeron iglesias, poblados y asesinaron al obispo de Neápolis (Nablus) y numerosos sacerdotes, Sabas, más que nonagenario, es enviado una vez más ahora ante el emperador Justiniano, para pedir el auxilio de Constantinopla. Obtuvo que una parte de los impuestos de los años 530-32, más algo de las sumas de dinero confiscadas a los samaritanos sirvan para pagar las reparaciones, también obtuvo que la iglesia de Santa María la Nueva de Jerusalén sea terminada, que un hospital nuevo sea construido y que un fuerte se edifique bajo los monasterios de Sabas para protegerlos de los raides de las tribus árabes. A su regreso, funda aún una nueva laura, la de Jeremías, y muere el 5 de Diciembre del 532.
d) San Teodosio el Grande:
Teodosio también ere de origen capadocio. Nació alrededor del 430 a Mogarissos, de padres cristianos. Siendo cantor de su iglesia, aprendió de memoria el salterio, así como el resto de las Escrituras. Fue por las mismas Escrituras, que tomó la decisión de abandonar su país y trasladarse a Tierra Santa para abrazar la vida eremítica. En el camino pasó por Antioquía donde visitó al gran Simón Estilita (el eremita que vivió toda su vida sobre una columna). Desde lo alto de la columna, Simón predijo a Teodosio una vida monacal brillante: "Tu construirás un enorme recinto inaccesible a los embates de las bestias espirituales; tú conducirás hacia Dios a aquellos que practicarán el ascetismo".
Llega a Jerusalén casi al mismo tiempo que Sabas. Es recibido por Longino, abad del monasterio de la torre de David. Rehusando este último de dejarlo partir para el desierto a causa de las disputas teológicas que azotaban los monasterios, lo confió a Hikelia, una mujer muy rica que había hecho construir por aquel tiempo la iglesia del Kathisma de la Theotokos (iglesia del Reposo de la Madre de Dios), cerca del actual Mar Elías, camino de Belén. Teodosio llegó a ser procurador del monasterio, y a la muerte del higúmeno, fue designado por todos como su sucesor. No obstante, como desconfiaba de los peligros propios del gobierno, se escapó. Llegó a Metopa, donde fue formado en la vida monástica por dos discípulos de Eutimio, Marino y Lucas. Luego se retiró como solitario a una gruta en un predio donde aún hoy se alza, al algunos kilómetros al este de Belén, el monasterio de Teodosio o Deir Dosi, donde según una tradición los Magos habían pernoctado después de haber visitado al niño Jesús.
Varios discípulos acuden a visitar a Teodosio, pidiéndole vivir con él. Al principio se muestra reacio y los trata con excesiva dureza, más amonestado por el entonces archimandrita de los monjes, finalmente los acepta y comienza a construir una hotelería para los huéspedes, más adelante un cenobio. Muchos comenzarán a pedir vivir con él. El cenobio, fundado en el 473, llegará a ser el más imponente del desierto de Judea, llegando a alojar cuatrocientos monjes a la muerte de Teodosio, más seiscientos ochenta y tres que habían muerto en vida de éste. Llegó a contar con cuatro iglesias: Una para los de lengua griega, otra para los armenios, otra para los Besses (una tribu Tracia) y otra para los que pasaban por momentos espiritualmente difíciles. Había también una casa para los monjes de paso, un hospicio para los monjes "torturados por el demonio", una hotelería con hospital para los seculares y un hogar de ancianos. El cenobio también contaba con un hospital en Jericó. Este aspecto "social" del monaquismo se hallaba inspirado en Basilio de Cesarea, de quien Teodosio había tomado las reglas.
En el 493-4 fue elegido archimandrita de cenobitas. Sus actividades junto a San Sabas las hemos ya relatado. Muere el 11 de enero del 529, siendo más que centenario.